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  • Foto del escritorJuanse Chacón

El jinete de la apoteosis

Actualizado: 4 dic 2022


(Imagen: fragmento de Vivir abajo)

Es un infinito abarcable, una desmesura con sentido. Vivir abajo son muchas novelas en una. La acción principal de la narración (la columna vertebral del texto) es cristalina y permanece en todo momento junto a sus múltiples ramificaciones. La novela nos ofrece varias historias y clímax sobrecogedores que van confluyendo y aportando comprensión a la totalidad.

El lector es transformado en un auténtico detective salvaje y aunque haya alguna resonancia con la obra o estética de Bolaño, para mi gusto Gustavo Faverón Patriau la supera, pues teniendo todas las cualidades del chileno además aporta concreción en la apoteosis, una intensidad dramática a sus personajes y una construcción psicológica y simbólica maravillosas. Una historia redonda con un puerto donde desembarcan todas las historias después de travesías alucinantes. Faverón es el orden del caos, el caos del orden. Siempre paradójico como la vida. Nos hace sentirnos detectives a través de los ojos de uno de los personajes y narrador. Escrutando en cada página, conmoviéndote.
Aborda la novela una geografía bastante amplia en el devenir de los acontecimientos y periplos de los personajes. Estados Unidos, Perú, Argentina, Paraguay, Bolivia, Chile, siempre con el trasfondo de las dictaduras militares y los sistemas totalitarios de toda índole. Se viaja a la raíz de la maldad, a la poética del crimen y la venganza. Vivir abajo es una historia de investigación a través de los años persiguiendo el paradero de George, un joven americano que ha matado al padre de una amiga de un grupo de colegas cinéfilos de Lima. Uno de esos jóvenes, enamorado de Ariadna, hija del asesinado, es la primera causa de esta novela (¿o es el crimen?). Periodista de profesión las circunstancias lo convierten en detective y sus ojos son los nuestros.

Más allá de hacer una reflexión literaria intentando ceñirme a elementos objetivos con Faverón me gustaría ir un poco a lo personal, a lo mucho que me ha emocionado. Es como una catedral que te asombra por dentro y por fuera, una construcción magistral con el mismo nivel de ingeniería literaria que tiene Cien años de soledad, por poner un ejemplo. Reloj suizo, pieza de piezas bien ingeniada, sinfín de pasajes en los que el lector se pierde en Vivir abajo, como si esa catedral de la que hablo levitara y dentro se oficiara una misa de terror, poesía, humor, cine, teatro, filosofía, política, amor, venganzas, asesinatos, todo ello para que la maestra de la ceremonia, la locura, no una locura cualquiera, la mayor de las locuras, desentrañe lo más oscuro y artístico del ser humano.

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